Para Donde Oscila el Péndulo
En México, los expresidentes suelen desvanecerse como humo: discretos, silenciosos, casi ceremoniales. Andrés Manuel López Obrador, en cambio, decidió que esa tradición es tan útil como una puerta giratoria sin motor. Él no desaparece: se reacomoda. Y Grandeza, su nuevo libro, es el perfecto testimonio de su voluntad de permanecer, aunque sea en forma de tinta y papel.
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Si la política fuera una obra de teatro, AMLO sería el actor que, terminado el acto, no sale del escenario, sino que toma asiento en la primera fila para comentar la función. No gobierna, no legisla, no administra… pero escribe. Y en su escritura está su presencia.
Grandeza es un ejercicio literario que reorganiza la historia nacional como quien acomoda una vitrina familiar: aquí Juárez, allá Madero y, por supuesto, al centro la Cuarta Transformación, esa epopeya moderna que el propio autor se encarga de ubicar en el linaje de las gestas más luminosas de México. Es un libro seguro de sí mismo, tan convencido de su propia claridad que se da el lujo de omitir cualquier sombra de autocrítica.
Pero lo más sugestivo de esta obra no es su contenido, sino el eco histórico que provoca. Porque, para entender el estilo pospresidencial de AMLO, hay que compararlo con dos gigantes del pasado:
Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas, quizá los únicos expresidentes que, como él, se negaron a ser simples figuras de museo.
Calles, el “Jefe Máximo”: dirigir sin estar sentado
Calles perfeccionó el sutil arte de ejercer poder sin poseerlo oficialmente. Gobernaba desde el margen, administraba desde la sombra y, de paso, creó un partido para que su influencia no dependiera de una oficina. Era el titiritero discreto del México posrevolucionario.
AMLO comparte con él esa cualidad: la de trascender el cargo. Con una diferencia clave: Calles hacía todo en silencio. López Obrador prefiere dejar registro. Grandeza es la evidencia escrita —y orgullosa— de esa continuidad no institucional, pero sí narrativa.
Cárdenas, el patriarca moral: presencia que pesa
Lázaro Cárdenas, por otro lado, encarnó la figura del guía moral. Era el faro silencioso de la política nacional. No imponía, pero marcaba dirección. No buscaba protagonismo, pero su sola existencia lo generaba.
AMLO hereda parte de esa estatura simbólica, pero la canaliza a través de su propia pluma. Don Lázaro necesitaba pocas palabras; AMLO escribe libros enteros para delinear su lugar en la historia.
Entre Calles y Cárdenas, pero a su manera
Calles influía sin firmar libros.
Cárdenas orientaba sin escribir manifiestos.
AMLO hace ambas cosas… pero escribe Grandeza para que quede claro.
El expresidente que dejó el cargo, pero no la escena
En un país acostumbrado a mandatarios que se disuelven en la tranquilidad de la vida privada, López Obrador ha encontrado un estilo propio: no estar, pero permanecer. Su presencia ya no depende de foros, plazas ni discursos; ahora vive en el territorio de las ideas, las narrativas y —muy especialmente— las páginas impresas.
Grandeza no es solo un libro: es una forma de permanencia. Una declaración de que el retiro, para algunos, es más bien un cambio de formato.
Calles dejó una estructura.
Cárdenas dejó un ejemplo.
AMLO deja, además, una bibliografía.
Y aquí estamos, leyendo cómo un expresidente continúa influyendo no desde la tribuna, sino desde las páginas que él mismo escribe. Porque en la Cuarta Transformación, incluso el silencio es selectivo.