La derrota de México con Argentina nos hace vernos en nuestra justa dimensión, la derrota es producto sin duda de una mentalidad mediocre del mexicano de esta época, la falta de una ruptura en nuestra narrativa, que brinde un cambio de paradigma en nuestra cultura se manifiesta a gritos pidiendo gente de mente fuerte y resilente que vaya por cambiar su entorno y al mundo, no solo por contemplar el paso de la vida.
Las dos marchas son sin duda, un ejemplo vivo para entender el contexto en el que se dan como resultado de un enfrentamiento ideológico que es para apuntar a alguno de los dos rumbos que nos ofrecen a los mexicanos, una para presuntamente defender al INE la semana pasada donde todos los partidos de oposición se niegan a discutir y librar una reforma electoral, que no articulan ideas largas y menos una para “Un proyecto de país”.
Y la del propio presidente que será está semana, una mirada unipersonal, que brinda a la población la posibilidad de acompañar a su Tlatoani en su terreno más cómodo. pero sin visibles mejoras, sin oportunidad de crecimiento, sin la presencia del mexicano aspiracionista, lejos de un México ganador ese del que adolece la selección mexicana, así de flaca está la mentalidad tal y cuál se mira la selección frente al campeón argentino Messi con su impresionante número 10 tal como veíamos a Cortés cuando nos pretendía cambiar espejitos por oro.
Así de lejos está este México de la 4T y de la post pandemia, ese México del tercer partido y de vuelta, del viaje largo y sin rumbo, ese dónde nos sabemos perdedores pero hacemos soñar al de al lado, a nuestros hijos y nietos y que profundamente nos duele, por la falta de constancia, de estrategia y de mentalidad de esos ingredientes que nos faltan y que sabemos desde hace un mundial, o varios pero que no logramos impulsar para cambiar.
Esté episodio pone en la mesa dos momentos de la vida política que se interceptan en este evento deportivo del cuál dan muestra de una sola cosa “la mentalidad mediocre del mexicano que deja siempre su destino a la deriva”.
Es verdad, que dejamos en manos de un mesías el destino de nuestro país ante la imposibilidad propia de marcar reglas y dejamos que diera rienda suelta a sus sueños más profanos, desestimando la creación como un proceso básico para el avance artístico, argumentando que el dinero se desperdiciaba; extinguiendo los fideicomisos para el cine y el deporte, cerrando las posibilidades de competencia en el mundo.
Sin duda, los que salen de esta cubeta de cangrejos son garbanzos de a libra que no se conforman con “La Realidad Tan Pinche”, del conformismo, ellos los de a de verás quienes saben que hay que afrontar con grandes sacrificios, con todo en contra pero con la mente clara de a dónde llegar, nuestros cineastas Alfonso Cuaron y Guillermo del Toro, nuestro premio nobel Mario Molina, Cheko Pérez en la Formula 1 y hasta el actor Tenoch Huerta.
Nuestra selección es motivo de reflexión para un país dividido y acomplejado pero muestra de que “si está mal”, está mal todo, y hay que decirlo. no como materia de reflexión solamente, sino como una pequeña luz de inspiración, de color que pueda darle a las próximas generaciones la posibilidad de soñar con una democracia de altura, con acabar con la corrupción, con una educación que apunté al desarrollo de sueños y porque no con un equipo mexicano que vaya al mundial a traer la copa del mundo, no a esperar un milagro por una persona o el consejo de un técnico.
No hay que confundir el esfuerzo personal y decidido con una mentalidad colectiva, con una construcción cotidiana de oportunidades y reglas que se deben cumplir de forma obligatoria para aspirar a tener una sociedad justa humana y competitiva.
Esos valores sociales que son muestra de una aspiración colectiva de una sociedad unida y resilente que en sus valores muestra que los logros no son casualidad, ni menos aún suerte, que nuestros triunfos son producto de nuestra vida cotidiana cómo sociedad y que se pueden atribuir a una mentalidad de nación y no solo a una aspiración del deseo de triunfar.
Sin embargo, los que trabajan para mantener esta realidad hoy tienen dos proyectos de los cuáles no me sentiría satisfecho al sumarme a ninguno, tal vez porque no creo en la recuperación del privilegio y del moche para alcanzar el éxito económico, por mucho que este sea.
Por el otro lado, tenemos la opción para dilapidar el desarrollo por una pensión o una beca, misma que tampoco me satisface como un argumento para cerrar la puerta a los jóvenes que ven en un partido de fútbol un sueño roto y un conformista “Ya que”, que frente a un equipo más apto, y con más resilencia mental no estoy de acuerdo en que claudiquemos y una vez más hagamos el ridículo, para mañana ir con la borregada a la marcha por un informe de desastre continúo y dónde lamentable no tenemos ni obras ni sueños logrados que haya que presumir.
México desde hace décadas perdió su rumbo primero por una parvada de políticos que privilegiaron su crecimiento económico por encima de la gran mayoría.
Está apuesta puso siempre por encima de la gente, al privilegio de la gente de arriba, los mismos de siempre, se llamaron las 300 familias del privilegio, quiénes eran dueños del dinero y los medios de producción en nuestro país.
Tras la lucha incipiente por lograr una democracia medianamente correcta, se logró instaurar un régimen donde las mayorías tuvieran la posibilidad del desarrollo y las minorías de sumarse y obtener derechos y libertades eso es muy loable, pero que hay sino se va por la creación de nuevas maneras de triunfar, de soñar de realizar, entonces dejamos a la deriva a los mexicanos que vienen, ellos que a su corta edad preguntan “Papá México va a ganar el mundial?”.