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Por: Alejandro Carrillo.
El PRI nacional protagonizó uno de los episodios más penosos y de menor pudor de su grisasea vida, así se colocó en la narrativa la reunión de expresidentes nacionales del PRI con Alito Moreno.
La llamada de atención que pintaba para ser un punto de quiebre de parte de un gran número de los liderazgos de mayor fortaleza del PRI en el país, mismos que en su tiempo fueron en su mayoría los sectores más representativos del partido y factor de peso en las decisiones quedaron a deber en los alcances de la reunión con Alito.
Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes, Roberto Madrazo, Claudia Ruiz Massieu, César Camacho Quiroz, Carolina Monrroy Del Mazo, Humberto Roque Villanueva, Pedro Joaquín Codwell, Dulce María Saudí y el Coordinador del PRI en el Senado el ex secretario de gobernación Miguel Ángel Osorio Chong se reunieron con el líder del PRI nacional, después de que las derrotas en 12 estados del país y el remolino en el que está enfrascado tras una serie de filtraciones de llamadas telefónicas y conversaciones, Alito se presentía con una fuerte llamada de atención.
De la expectativa de que se tenía para pedirle su renuncia y que el revolucionario institucional pudiera buscar recomponer el camino, Alito paso según los mismos ex presidentes a los cuestionamientos: “A mi no le puso ningún presidente, a mí me puso la militancia”.
Una vez que concluyó la reunión se cambió la naturaleza de la misma, señalando un diálogo constructivo e incluyente, sin embargo las lecturas posteriores, pusieron en evidencia un trato que no llego al diálogo, sino más bien una negativa de salir de la dirigencia.
Alito, mantiene su dicho de que todos los audios difundidos por la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, hija de un destacado ex gobernador priista son editados, así lo habría señalado ante el periodista, Carlos Loret, y lo sostuvo ante diversos medios de comunicación.
Sin embargo, la figura de Alejandro Moreno, ya está manchada por la sospecha de corrupción y la voluntad férrea de mantener su posición desde la dirigencia nacional, aunque las investigaciones de parte de la Fiscalía De Campeche encabezada por el ex titular de la comisión nacional de seguridad Renato Sales Heredia continúen, hasta los cateos de inmuebles propiedad del político.
Alito, abrió su juego sin tomar en cuenta la posibilidad de convertirse un blanco de muchos frentes, el hoy dirigente del PRI ya carga con la animadversion de la nomenclatura priísta, a quiénes trato con desdén, se suma la de algunos sectores de militancia de los partidos de la alianza PAN y PRD y porsupuesto de los Morenistas.
Por su parte, Mario Delgado presidente nacional de Morena de forma sarcástica incluso agradeció que Alejandro Moreno se mantuviera al frente del PRI duránte las elecciones; dónde el campechano ha perdido terreno de forma progresiva.
El centro de la discusión, es que el propio PRI dejó que Alito se apropiara del partido para “sí”, imponiendo candidatos y cerrando la participación de algunos sectores; también es cierto que la mayoría abandonaron el barco ante la intempestiva llegada de López Obrador en 2018, desde donde se inició una andanada en contra de los “Incómodos”, mediante el uso de la unidad de inteligencia financiera, la FGR e incluso del poder judicial.
Logrando encarcelamientos importantes para la clase política como la ex secretaria de desarrollo agrario territorial y urbano Rosario Robles, quien se mantiene presa en el penal de Santa Martha Acatitla.
Las revelaciones de WikiLeaks pusieron en evidencia muchas rutas del dinero, incluso a principios de éste año los Pandora Papers, pusieron al descubierto casos de políticos de oposición, empresarios y artistas, pero la amenaza para utilizar el aparato de impartición de justicia contra enemigos políticos es un símbolo de este gobierno que aterroriza a muchos Priístas que prefirieron entregar sus cotos de poder.
Cobros a empresarios, la persecución de prófugos como el ex director de Pemex Emilio Lozoya, quien llegó extraditado desde España, pero sin tener aún una sentencia condenatoria.
Alito, aprovechó esa debilidad estructural hilando una red entre los partidos de oposición, los miembros del consejo político y los que podían asomar la cabeza sin tener el riesgo de ser solicitados a rendir cuentas.
Atrincherado provocó en él la idea de que el PRI estaba a su disposición, haciendo movimientos a discreción, logrando alianzas con los partidos para competir en diversas localidades, pero no tomó en cuenta que no se manda sólo.
Hoy, la coyuntura no tiene marcha atrás si el PRI no se decide a construir una idea de Nación o más aún citando al clásico “Un Proyecto Alternativo de Nación” desde la oposición, el PRI estará perdido en 2024.
La dirigencia nacional está decidida a desechar el marketing, del que reniega, sin embargo se niega a salir a las calles, a construir ideas entre los mexicanos, y más aún reniega de sus propios gobiernos.
Sin autocrítica, sin una dirigencia que pueda estar libre de cuestionamientos, sin entender que Morena, evolucionó de ser un movimiento a operar un híbrido con la presencia del gobierno cerca de su base electoral, el PRI se presiente perdido.
Desde 2018, nadie tiene un discurso “elemental” acerca de lo que se debió hacer, de lo que debió suceder, tan solo la plataforma electoral de José Antonio Mead proponía objetivos en materia económica, y social.
Reza un adagio de un ex gobernador en el EdoMéx, quien recientemente contrajo nupcias: “El peor engaño es el autoengaño”, hoy las filas Priístas están lejos de tener como lo cita Ruben Moreira un día de sol y viento a favor, pero más aún están lejos de visualizar lo que llevo a cometer errores y excesos, se sumergen en señalamientos y culpas.
En este momento aunque “lo indispensable no pareciera lo necesario”, es lo que importa para que el PRI defina su papel en los próximos años, la óptica del partido está muy distante de las necesidades de la población, distante de las posiciones ideologicas, distante de los problemas de las comunidades, distante del método para despertar a la ciudadanía.
Quizás es el PRI el partido con mayor control territorial en el país, pero sin duda con una imagen de animadversion producto de una negativa a actuar, que mantuvo la idea de que la disciplina estaba por encima de la ideología y de su presencia.
Hoy, el 18 por ciento de simpatía es un espejismo al que la gente no recuerda más que como “Lo mismo de siempre”, que erosiona su papel histórico con un alianza de coyuntura.
Si en los próximos meses el PRI no tiende a reconstruir una imagen y a reavivar la vida de su militancia, con el vínculo social es muy difícil que el pueblo de México, los pueda ver como una opción y menos aún reconocerlos como “El Partido de México”.