Para Donde Oscila el Péndulo
Desde su concepción el partido que daría una salida institucional al movimiento de la revolución, se comprendío que se creaba para aglutinar a los liderazgos populares y castrenses después del asesinato del entonces presidente electo Gral. Alvaro Obregón.
En PNR (Partido Nacional Revolucionario) tuvo vida justamente después del asesinato de Obregón, el presidente Plutarco Elias Calles necesitaba tomar las riendas políticas del país, constituyendo el partido- gobierno desde donde se tomarían las desiciones políticas durante los próximos 80 años.
Sin embargo, con la llegada del General Lázaro Cárdenas a la presidencia en 1934, se fraguó la salida inevitable de Elías Calles de México, la mano detrás de la cuna cambio de presidente tras el trono a “perseguido”, expulsado del país; su exilio marcó una nueva composición política, registrando que el jefe del ejecutivo también sería el jefe político del partido en el gobierno solo durante los seis años siguientes.
Esa lógica permitió, el crecimiento de las grandes centrales obreras, impulsando la participación de los campesinos, los comerciantes, intelectuales incluso de estudiantes que verían en el PRI el camino institucional para la participación política, aún cuándo se daban encontronazos el PRI mantenía a las voces de la sociedad dentro, de una forma continua que se nutria incluso del paso generacional.
El presidente de la república por su parte hacia lo propio por seis años, logrando durante ese tiempo marcar los cánones en la seguridad del país, su avance económico y social, pero siempre salvaguardando al partido que le daba sentido a la permanencia de el propio sistema.
Incluso tras grandes errores como la matanza de 1968, prácticamente producto de la sucesión presidencial y el halconazo de 1971 que provoca la aparición de una guerrilla urbana, el PRI mantenía un liderazgo casi total en el territorio del país, importante también que a pesar del magnicidio del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo de 1994, el tricolor parecía virtualmente de irremplazable porque sin duda alguna era parte misma de la operación política y social.
El PRI tenía esa magia de la recompostura propia, esa que permitió que tras la derrota presidencial del año 2000, las bancadas en el senado y la cámara dieran cátedra de política para conducir el país siendo el contrapeso legislativo ante el PAN como gobierno por 12 años, y logrando en algunos momentos jalar las riendas al propio presidente.
Tras la derrota de 2018 donde Enrique Peña prácticamente entregó de forma adelantada las riendas del país al actual presidente López Obrador, la dirigencia nacional del PRI también se entregó a los brazos del presidente entrante como una mutación de orfandad política, poco entendida hasta el momento.
Es cierto, el PRI se diseñó como una secretaría más del Estado Mexicano, y su dirigencia nacional naturalmente se desenvolvía siempre con la venia presidencial, sin embargo los tiempos del priismo del privilegio institucional se colapsaron como nunca con Alejandro Moreno Cárdenas junto con una gavilla que compró la idea que ante la ausencia del poder, lo mejor sería reelevar el papel presidencial buscando la aprobación de un nuevo jefe externo, ahora como administradores de una franquicia.
Asi pasaron a ocupar los espacios de participación proporcional mediante la fractura de la confianza y la ruptura de los códigos “no escritos” que normaban la vida política del país, pero que tenían su génesis en el PRI el primero de esos mandamientos era que se permitía la lucha intestina pero sin desestabilizar la vida interna y los estatutos del propio partido calificado por Mario Vargas Llosa como “la dictadura perfecta”.
Esos códigos, daban voz a los liderazgos internos, los mismos que habían propiciado la permanencia por tantas décadas del sistema político que se iba adaptando de forma constante a la realidad cambiante del mundo, y que garantizaba la participación de líderes en las desiciones del país en alguna medida.
Los códigos del PRI también se rompieron al final de su último sexenio donde el propio presidente abandonó al partido, y dónde los demás expresidentes dejaron al PRI como un partido que había cumplido su función histórica a merced de un grupito voraz que al no encontrar la forma de asegurar la votación histórica, optaron por la claudicación dejandolo a la suerte de esta gavilla la sucesión interna y ahora en la antesala de una dictadura partidista hasta 2032 sin contrapesos, y sin darle el beneficio de la duda a una institución que contaba con el respaldo en cada rincón del país.
Hoy el PRI está en un impase definitivo pero por decisión propia, la ciudadanía en la pasada elección prácticamente optó por el voto oculto en contra de un PRI que junto al PAN y el PRD mostraron la cara de el mercadeo estéril, sin duda Andrés Manuel tiene razón cuando dice qué los partidos de oposición están “moralmente derrotados”.
Pero más aún están convencidos que el camino de la continuidad es más importante, para ellos que propiciar la sobrevivencia de la propia democracia de un país, sin duda en los tiempos de la policía política de los años 70’s y 80’s no hubieran permitido la permanencia de Alejandro Moreno en el PRI por capricho.
La independencia del poder ejecutivo, no es tampoco una salida institucional pues está más que claro que es su orfandad es lo que los tiene de rodillas, más aún la amenaza de un arqueo económico de la administración de los recursos que llegan vía INE y los propios resultados electorales los pone en vilo, pero no acaba de convencerlos de su partida.
Por ello este grupusculo no planteará una refundación, misma que es prácticamente inevitable para la supervivencia del PRI, es más no ofrecen una alternativa ni de país, ni de renovación y la derrota de Xochitl en lugar de ubicarlos en su realidad los envalentona y por supuesto la oferta de impunidad desde palacio nacional los hace cínicos.
Este grupo en la dirigencia nacional del PRI pasará a la historia como la primera que logró acabar con el partido “más importante de la historia de este país”, por encima de Morena o de Acción Nacional, a menos de que la propia maña guardada por tantos años permita “ajustarlos”, para permitir la recomposición del partido de México.
En otra etapa, la propia presidencia de la república habría naturalmente garantizado la transición, en esta etapa de la vida pública se alimenta el resquebrajamiento del PRI como si con ello se hiciera mas fuerte la propia presidenta entrante.