Editorial
Tras el reciente aniversario del centenario de la ejecución de el general Francisco Villa me vino una reflexión inesperada acerca de la profundidad que tiene un movimiento social del tamaño de la Revolución Mexicana en torno a las demandas de pueblo y si es válido poder comparar la revolución iniciada en 1910 con este llamado movimiento de la 4T.
La comparación es imprudente si se quiere realmente ver en su dimensión el cambio social que acompañó un movimiento armado y social, sin duda doloroso por la cantidad de muertos, pero muy distante de la trascendencia a largo plazo de un movimiento como el auto nombrado la cuarta transformación que se parece más al corto periodo presidencial de tibieza de Francisco I. Madero que a las implicaciones sociales que posee la 4T.
Para celebrar el centenario del asesinato de Villa una plataforma de streaming estrenó una serie en la cuál se relata por primera vez la vida de uno de los caudillos que nos dieron patria, Doroteo de Arango, lejos de la memoria colectiva histórica de la cuarta transformación y de su aparato propagandístico que en 2018 apostaba por empoderarse a través de una narrativa histórica que a 4 años quedó en el olvido ya que jamás se ha ocupado de comparar los logros sociales de una y otra tesis en la vida de México simplemente porque no les satisface o porque no es medianamente posible insistir en una transformación social sin el uso de elementos históricos.
Tras el tropezón histórico es innegable preguntarse lo que yo esperaba de la cuarta transformación?:
Después de 18 años de lucha Andrés Manuel López Obrador se pasó repitiendo una idea que se posicionó con la misma pasión y arrojo de la que lanzaba Madero después de 8 periodos de gobierno del general Oaxaqueño Porfirio Díaz Mori “Sufragio Efectivo No Reelección”.
En 2018 se presentía una consigna que se podría hacer realidad “Que no se puede tener un gobierno rico con un pueblo pobre”, sin embargo no veo los grandes resultados de la auto nombrada “La primera revolución pacífica del siglo XX”.
Creí que el movimiento de la Cuarta Transformación podría finalmente traer la justicia y la paz social, sobre todo en las regiones más alejadas y recónditas del país.
En ese movimiento dónde estaban Paco Ignacio Taibo II, el hijo del periodista con mayor respeto de la historia moderna Julio Scherer, dónde se sumó Porfirio Muñoz Ledo, el líder del 68 Pablo Gómez, Tatiana Clouthier hija de Maquio, German Martínez ex presidente del PAN, me la crei !!.
Creí en la construcción de las 100 universidades “Benito Juárez”, suponiendo que si el general Francisco Villa en unos meses hizo 30 escuelas públicas en Chihuahua como gobernador interino, por que el presidente no podría hacer 100 universidades públicas… No pasó!.
Crei en el INSABI que reemplazó al seguro popular y nos daría la posibilidad de acceder por fin a los servicios de salud, pero los muertos en la pandemia, el desabasto de medicamentos y la desaparición de las normas en materia de salud señalaron todo lo contrario.
Creí en la Guardia Nacional como instrumento para bajar la violencia del país, sin embargo la política de “Abrazos no Balazos”, puso en evidencia la solución como un agravio si se compara con una forma de resolver durante la revolución con mexicanos de güevos los grandes conflictos del país, y es que los caudillos no eran precisamente hermanitas de la caridad.
Crei en la UIF para detectar el lavado de dinero, por la espectacularidad con la que inició operaciones Santiago Nieto para detectar a empresas fantasma, factureros y hasta para perseguir ex gobernadores, pero después de la boda Fifi en Guatemala se fue Santiago y se fue la UIF como si una persona fuera la institución.
Crei en la estatura de México en los conflictos internacionales, como un síntoma inequívoco de una herencia ideológica de la izquierda formada en el ideario de “Tata Cárdenas”, pero luego me percaté de un soliloquio en la casa blanca frente al presidente Joe Biden y la solicitud de repatriación del general Cienfuegos tras su detención por vínculos con el Narcotráfico y me avergonzó.
Crei en la posibilidad de nombrar dos avenidas una Francisco Villa en el Norte del país y otra Emiliano Zapata en el sur que servirían para recordar la grandeza de dos hombres cabrones que brindaron una mirada distinta a los desheredados, a los indios sin casa y con sueños, que creyeron en quitarle el hambre a la gente no era darle dinero sino tierra y libertad.
Crei en el combate a la corrupción llenando las cárceles de ricos insaciables y sus familias, cuando anunciaron la consulta por el NAIM hasta pensé que si encontrarían la corrupción y la pondrían en una vitrina a la vista de todos y como un símbolo de fuerza del estado pero no hubo un solo detenido, se cerró la obra y se inundó un proyecto de carácter transexenal como todos aquellos que brindaron a México la posibilidad de crecer, para dar paso a un sentimiento de revancha, malsano y ruin que aún y con eso pensé que era temporal pero no pasó.
Crei en las consultas populares para asegurar que “El pueblo pudiera salvar al pueblo”, pero solo fueron pequeñas llamaradas que se fueron apagando al compás de los descontentos sociales en las ya 23 entidades gobernadas por Morena.
Crei en que acabaría el derroche en ocurrencias desde el toallagate, la casa blanca y los amigos de Fox, los tiempos post revolucionarios con Miguel Alemán, el error de diciembre; pensé eso y después apareció Segalmex, la casa gris, los derroches insostenibles en los conciertos en el Zócalo y la entrega de recursos a los grupos vulnerables sin enseñarles a pescar.
Crei en un cine mexicano renaciente con temas de ayer y hoy que diera una mirada de autocrítica desde el 68 pasando por la llamada guerra sucia, la matanza de Acteal, la relación de los grupos de poder, las guerrillas; más aún abrir los archivos del Cisen y que los escritores y cineastas hicieran lo propio con la información de tantos años de espionaje político, pero me encontré con que cancelaron los fideicomisos para el cine y se apagó el apoyo a la ciencia y el deporte, se pretendió adoctrinar desde los libros de texto, se trajo a médicos cubanos y se brindaron recursos a países de centroamérica con el programa sembrando vida.
Crei en una CNDH con una amplia agenda independiente, pero se convirtió en un adendum del ejecutivo, sin conciencia crítica, sin una sola recomendación al ejecutivo y al ejército, sin ser parte importante para atender la gran problemática en materia de derechos de las minorías, sin responder a un reclamo histórico por la propia historia de vida de la titular del organismo por ser hermana de un desaparecido en la guerra sucia, empapando el valor histórico de una lucha contra el autoritarismo.
Crei en un México de libertades y de posibilidad de crecimiento, pero no pensé que habría una persecución política hacia los gobiernos estatales de otros partidos, no pensé que el 2 por ciento de crecimiento económico durante los últimos 20 años era un reto enorme cuando el de Macuspana decía que íbamos a crecer en el último año del sexenio al 7 por ciento, cosa que no pasó.
Crei que eso era la 4t y no un circo de cada mañana donde se pronuncian sobre una agenda establecida, dónde poco o nada importan los crímenes y desapariciones, dónde se cuestiona y debate la realidad con otros datos.
Crei y creo en un México posible donde el espíritu de clase de los luchadores de izquierda pudieran dominar la monstruo dándole certeza al estado de derecho y México se posicionara como el gran hermano de los pueblos latinoamericanos y no el protector de las dictaduras autoritarias que expulsan a sus ciudadanos hacia el norte.
Crei y creo en una nueva oportunidad desde otra vía, desde la de la sociedad organizada que debe de impulsar un cambio a partir de un planteamiento de nación moderna y con preceptos políticos que enaltezcan lo que fue y es nuestra historia “la reivindicación del pueblo mediante el acceso a derechos y libertades”, con el uso de la constitución, y de las instituciones no con el uso de las políticas públicas para ampliar una base electoral, no con dádivas y con apoyos. porque el pueblo mandará en la medida en que la constitución lo garantice.
Crei como Francisco Villa en impulsar a los desheredados, recuerdo la carta que le enviaron desde Washington a Doroteo de Arango ofreciéndole armas, municiones y dinero cuando había que derrotar al general Victoriano Huerta respondiendo Villa que aún y cuando exista la necesidad, México sabe resolver sus problemas.
Crei y creo cómo Zapata en que la tierra es de quién la trabaja que los campesinos necesitan ser un núcleo productivo desde sus localidades, que se puede hacer del campo mexicano el granero del mundo por nuestra biodiversidad.
Crei y creo en una generación de jóvenes exitosos que puedan plantear un destino distinto acumulando conocimiento cientifico y no dádivas baratas.
Crei como Juárez que el respeto al derecho ajeno es la paz entre los pueblos
pero ya no creo más en una cuarta transformación por la vía pacífica.
Ya no es posible si no se mete en cintura al crimen.
Ya no es posible si no cae nadie por corrupción.
Ya no es posible si no hay más inversión en la cultura, la ciencia y el deporte.
Ya no es posible sin seguridad y salud.
Ya no es posible sin educación y sin valores.
Que es y que fue la 4T fue un suspiro propagandístico que se disfrazó de cambio profundo pero que a nivel histórico, social y formal no cambio al país porque no era su naturaleza, era solo una idea de un hombre que se envolvió en la bandera para cambiar un país y acabó golpeando a sus oponentes desde el atril de una conferencia de prensa donde hasta a los periodistas desacredita, ni es Villa, ni Zapata, ni Juárez, ni Madero es un profesional del engaño.